Hoja de ruta.

Estimados amigos y lectores en general:

Esta es una declaración de intenciones, especialmente dedicada a las señoritas y señoras de Argentina y el mundo. Ya creo haber especificado que no he de formar pareja en el resto de mi vida pero, ampliaré detalles para terminar estos dilemas.

En primer lugar, como escribió Pablo Neruda, «Confieso que he vivido». La vida que pretendí tener de joven, la viví de adulto y casi de viejo. Ahora, a punto de cumplir mis setenta años, me queda muy poco por descubrir del bello sexo y de la vida conyugal.

En primer lugar, tuve una prescripción psiquiátrica de uno de mis últimos terapeutas que me inhibía de formar nuevas parejas pues, serían atentatorias contra mi estabilidad emocional. Eso forma parte del capítulo clínico de mi vida. Lo he respetado y no me ha ido mal siguiendo tal consejo.

Desde el punto de lo personal, las mujeres compatibles conmigo para estos años, ya son muy adultas, están muy golpeadas amorosamente y son un «rayón». Ya no tienen remedio y son sólo un paquete de reclamos y demandas. No hay más docilidad, compañerismo, comprensión, amor mutuo y camaradería cómplice de compartir sábanas y manteles. Ese punto, lo doy por cerrado.

Por otro lado, están las increíblemente insistentes jóvenes de menos de cuarenta años, con bríos maternales, esperando tener un hijo con un viejo decrépito que ya no le da el cuero ni para «buscar un bebé». Pues, lo primero que debo decir es que, con tales señoritas, no tenemos nada en común. Pertenecen a la era de Barbie y el celular. Son proclives a la explotación de su imagen y no, de su interior. No tienen muchos códigos y sus inicios sexuales son a los doce años. Nada que me agrade.

Como broche de oro está el tema de la paternidad. ¿A qué madre joven le dejo uno o varios hijos dentro de cinco años? Yo, moriré pronto y solo. Ella, se quedará con chicos que buscarán un padre y ella, también buscará un marido, amante o pareja para vivir y criar a su prole, digamos, la mía.

Me temo que mis hijos valen mucho para que les toque una madre descuidada que, por una efervescencia hormonal, olvide que ese nuevo padre, pueda, humillar, castigar, golpear, maltratar psíquicamente y hasta abusar físicamente de mis hijos. Volvería de la muerte para asesinar a ella y a él.

Debo hacer honor a la verdad y esta encierra a varios hechos. Para comenzar, que soy un hombre que fui abusado por degenerados sexuales. He perdido el respeto por los hombres del mundo y con ello, se fue mi ímpetu de la conquista sexual o de pareja. Sé que he sido un hombre objeto de aberraciones estando en estado drogado o dopado. Nunca volveré a ser igual. Ya nada me gusta ni gustará como me gustaba de las mujeres cuando era un hombre intacto.

Finalmente, confieso que de tales violaciones, surgieron heridas en mi esfínter anal, el que está dañado, no tiene arreglo ni quirúrgico y despido vapores tóxicos de mis intestinos, contaminando todo tipo de reunión pública o privada. Nunca me permitiría estar con una bella y buena mujer y compartir una cena con olor a cloacas. Lo siento. Es la pura verdad y no la quiero compartir más que en lo virtual.

Habiendo trazado mi hoja de ruta, sólo resta expresar que viviré y moriré solo, en silencio, sin quejarme y sin dar aviso previo a nadie. Es mi última voluntad pues, hablar y compartir escenas de amor con mujeres, fue el vehículo de tantas y tan variadas desgracias.

Adiós,

Juan Mangione.

20/04/24.

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